«Desde el Sur» o un viaje al centro de uno mismo

Por Edilson Villa M.

(Filósofo, poeta y editor)

Algunos intelectuales bien podrían protagonizar aquel viejo chiste sobre los periodistas:

-Hay que escribir sobre Dios…

-Ok, ¿A favor o en contra?

Entre estos mercaderes de la palabra (léase mercenarios), no podríamos incluir a algunos verdaderos intelectuales y humanistas contemporáneos, como el empresario y escritor chileno Jorge Orellana Lavanderos, que fiel a sus principios y valores éticos, es un rayo de luz entre tanta oscuridad. Lo digo también porque, además de su disciplina de columnista de opinión, que ha escrito durante más de seis años consecutivos, un artículo semanal para un medio audiovisual y un público que los esperan para leerlos ávidamente, porque en sus columnas, sin lugar a dudas, hay mucho más que información de actualidad; en sus textos hay profundidad y conocimiento de la condición humana, que nos colocaba en un espejo frente a nosotros mismos, de una manera amena y severa a la vez; además, de su disciplina de verdadero escritor, hay un hombre que cree en el mejoramiento humano.

Siempre se ha escrito y debatido mucho sobre el rol del intelectual en la sociedad. Durante la época de Sócrates los intelectuales intentaban dominar la violencia mediante el uso del diálogo frente a las convicciones políticas. Sócrates hacía algo intrínseco a cualquier intelectual: Invitaba a los atenienses a interrogarse, a abrirse ante la pluralidad humana.

Hay quienes comparan la tarea del intelectual dialógico con el hecho de que cada persona contiene (Como escribió Walt Whitman en su “Canto a mí mismo”), “multitudes”, y un intelectual debe aceptar esas diferencias como elemento constitutivo del mundo.

Cuando se pregunta si los intelectuales deben meterse en política, Umberto Eco señala que la Grecia clásica ofrece tres modelos de intelectual. El primero es el de Ulises que, al menos en La Ilíada, desarrolla funciones de intelectual orgánico según la vieja idea de los partidos de izquierda. Agamenón le pregunta cómo puede conquistar Troya y Ulises inventa la idea del caballo y, siendo como es un intelectual orgánico de su grupo, no se preocupa del final que puedan tener los hijos de Príamo. Después, como tantos intelectuales orgánicos que entran en crisis y se transforman en gurús o se ponen a trabajar en un medio masivo de comunicación, propiedad o simpatizante del gobierno de turno; Ulises se dedica a navegar y a sus propios asuntos. La segunda figura es la de Platón –sigue Eco-, que no solo tiene una idea propia de la función oracular del intelectual, sino que piensa que los filósofos pueden enseñar a gobernar. El experimento que pone en marcha junto al tirano de Siracusa no le sale bien, lo que quiere decir que hay que tener mucho cuidado con los filósofos que proponen un modelo concreto de buen gobierno. La tercera figura es la de Aristóteles que, como es de sobra conocido, fue el preceptor de un hombre de gobierno como Alejandro Magno (Fue su maestro). Por lo que sabemos nunca le dio consejos precisos de qué hacer en sus campañas.

Hay una cuarta función del intelectual –termina Eco-. Sócrates desempeña su papel criticando a la ciudad en que vive y, después acepta ser condenado a muerte para enseñarle a la gente a respetar las leyes. El intelectual que pienso tiene también ese deber: No debe hablar contra los enemigos de su grupo, sino contra su grupo. Debe ser la conciencia crítica de su grupo. Romper las convenciones. De hecho, en los casos más radicales, cuando un grupo llega al poder por medio de una revolución, el intelectual incómodo es el primero en ser guillotinado o fusilado (…) Deben aceptar la idea de que el grupo no los ame demasiado. Si los ama demasiado y les da palmaditas en la espalda, entonces es que son peores que los intelectuales orgánicos: Son intelectuales del régimen.

Volviendo sobre los cuatro (4) tomos el libro “Desde el Sur”, donde se recogen todas estas columnas de opinión, como el género lo exige y como él mismo se lo imponía, Jorge Orellana Lavanderos tuvo siempre toda la libertad para escribir lo que quisiera sobre el tema que eligiera; sin embargo su elección siempre le apunta al mejoramiento, al sentido ético de las acciones humanas; y desde sus propias vivencias, a veces como protagonista, nos llevaba consigo en un viaje hacia el centro de nosotros mismos. Todos los tomos de su hermoso libro, “Desde el sur”, son testimonio de lo que aquí expreso.

El Tomo I de “Desde el Sur” se divide en tres partes tituladas: Primera Parte: Nexos de Infancia: Entre Puerto Montt y Buenos Aires; Segunda Parte: Jorge Orellana Lavanderos: El Humanista; Tercera Parte: La Sociedad: Entre el Moralismo y la Hipocresía.

“Desde el Sur” (Tomo I): 1- Break en Buenos Aires, 2- Conflictos íntimos, 3- Entre Recoleta y Palermo, 4- Tenores y matarifes, 5- Trote y presentación entre amigos, 6- Cuenta saldada, 7- Maratón y personajes, 8- Tangos y trote, 9- Tenglo (Parte I), 10- Tenglo (Parte II), 11- Culpas, 12- Integración, 13- Agradecimiento, 14- Barrio, 15- Resultados, 16- Política y empresa, 17- Nieve, 18- Estados de ánimo, 19- Amistad, 20- Proyectos y sueños, 21- M.T., 22- La voz del extraño, 23-Encuentros, 24- Semana, 25- Deporte, 26- Trote en el desierto, 27- Consecuencia, 28- Dolor, 29- Tiempo, 30- Letra C, 31- Amigo, 32- Cuento, 33- Cambios, 34- Gratuidad y vulnerabilidad, 35- Ética y lucro, 36- Guetos y codicia, 37- Ambición y decoro, 38- Relaciones laborales, 39- Derecho y obligación, 40- Grietas, 41- Visitantes, 42- Trote y teletón, 43- Trote milagroso, 44- Axel, 45- Bullyng, 46- Prospectiva, 47- Cultura, 48- Chacao, 49-Trabajo, 50- Crear.

Primera Parte: Nexos de Infancia: Entre Puerto Montt y Buenos Aires

La pregunta por el hombre data desde los primeros tiempos, pues es la pregunta por el sentido de la existencia. Todos los hombres de alguna manera, han tratado de responder este problema; para los griegos, por ejemplo, fue la pregunta por su ser, por su naturaleza, por su condición, por su origen. Desde los presocráticos hasta hoy esta cuestión ha estado presente, no sólo para la filosofía sino para la tradición occidental, y en casi todos estos escritos se evidencia el ánimo de esclarecer este interrogante, se manifiesta el interés por acercarse al ser humano para comprenderlo, para saber más y mejor de él, para explicarlo. Este interrogar concreto por el hombre en cuanto hombre, comienza con un tinte muy tenue en la historia de la filosofía, para luego acentuarse y plasmarse con la reflexión de Sócrates y de los grandes sofistas griegos como Protágoras y Gorgias, en el siglo IV antes de Cristo, al preguntarse por el hombre en su dimensión cotidiana, como ser cívico, como ser moral, como ser natural, etc.

Cuando Protágoras responde a la pregunta por nuestra naturaleza con el planteamiento según el cual: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son por lo que son y de las que no son por lo que no son”, está manteniéndose en ese horizonte de comprensión que también habitan Platón y Aristóteles; el primero, desde el diálogo Alcibíades afirma que la esencia del hombre es su alma: “El alma es algo diverso al cuerpo, y en esta vida constituye nuestro yo, entonces sólo somos el alma, nada más que el alma, y el cuerpo una sombra que nos acompaña”; y el segundo en su Ética a Nicómaco va a buscar en el deseo de saber y en la inclinación política los dos factores que mejor definirían o responderían a esta pregunta por la naturaleza humana.

Aristóteles, respondiendo a esta importante cuestión, le asigna la primacía al factor racional, al alma sobre el cuerpo, e indica que la dignidad humana radica en su racionalidad, acentuando la desvalorización del impulso animal y del cuerpo. Además de la obra de Protágoras, Platón y Aristóteles, esta reflexión se vierte en el más célebre programa socrático: “Conócete a ti mismo”, y desde allí, pasando por Santo Tomás, Descartes, Pascal y Nietzsche hasta las modernas interpretaciones de Freud, Skinner o Foucault se plantea con un renovado interés el problema del hombre. En las 13 columnas de esta primera parte, Jorge Orellana se busca entre Puerto Mont y Buenos Aires; va y viene respondiéndose la pregunta antropológica por sí mismo… por el hombre en general.

Segunda Parte: Jorge Orellana Lavanderos: El Humanista

Los intelectuales y humanistas de Latinoamérica hemos sido formados por una tradición poética, literaria, que saltó directamente a la lírica sin pasar o detenerse en la épica. Por eso no hemos podido superar nuestros conflictos como sociedad, porque no hemos padecido la desgracia de una verdadera guerra o tragedia que arroje como resultado un registro épico de nuestra historia. Por eso tampoco conocemos ni practicamos la virtud, ni tenemos como referente a ningún héroe o heroína a quién seguir. Suena terrible decirlo (y mucho más escribirlo), pero tal vez eso sea lo que necesitamos como sociedad para construir un humanismo a la manera en que lo han hecho algunos países europeos: a lo mejor tengamos que pasarnos por las lanzas y por las espadas. Seguramente, sí siguiéramos el ejemplo de la Madre Tierra; si cumpliéramos con las leyes de la naturaleza, entonces podríamos sembrar de nuevo nuestras semillas y germinar sobre unos campos renovados por el fuego sagrado; sobre una tierra purificada por el fértil oficio de la sangre.

¡Eso es, deberíamos dejar de asumir actitudes hipócritas y ser fieles a nuestra condición humana! ¡Todavía no hemos salido de la caverna! ¡Todavía nos sentamos con fascinación en torno al fuego! ¡Todavía mataríamos por amor o por nuestro espacio vital! Eso es, recuperemos nuestro estado de naturaleza y volvamos a hablar sobre la guerra, escribamos sobre ella; y, si es necesario, no temamos entregar nuestras vidas en el campo de batalla; si con nuestra sangre derramada abonamos los jardines de una nueva sociedad, donde sea evidente el sentido ético y la acción moral, donde la virtud, la esperanza y la libertad estén interiorizadas en las tablas de carne de nuestros corazones.

Admitámoslo, como humanistas aún nos falta cantarle al dolor; y todos sabemos que nada une tanto a un pueblo o a una familia como el hecho de compartir la penuria; el éxodo del pueblo judío camino de Babilonia, es suficiente ejemplo para explicar esta idea. Aún no hemos cantado unidos esa trágica canción que nos haga sentir como verdaderos hermanos.

Ese sentido épico, que nos forma como verdaderos humanistas, es lo que Jorge Orellana Lavanderos nos enseña en las 20 columnas de esta segunda parte.  Construir sueños y proyectos, afianzar amistades, atravesar desiertos mientras escuchamos la voz de un extraño, imponernos ante el tiempo y ante la espera, hacer nuevos amigos, asumir el cambio, etc. Tal es el propósito de nuestro autor. Tú solo tienes que atravesar la puerta.

Tercera Parte: La Sociedad: Entre el Moralismo y la Hipocresía

La moralidad es una estrategia humana para buscar el bien, el moralismo por el contrario es un fetichismo cultural que piensa que sí ignoro, silencio o volteo la cabeza para no ver o impido hablar sobre lo truculento, estoy siendo moralmente coherente. Pero no es así, el moralismo de las redes sociales o el de los canales de televisión, que tapan ciertas zonas erógenas del cuerpo, es una forma de la hipocresía.

El moralismo es hipócrita pues quiere tapar el origen del mal en nuestra dolorida naturaleza humana; es, además, una suerte de cobardía muy comprensible, pues mirar el mal de frente requiere una gran valentía; y las naciones, los conglomerados humanos y los individuos concretos requieren valentía para mirar sus flaquezas. Un pueblo aguerrido, dotado de un espíritu vigoroso como el alemán, demoró varias décadas en mirarle el rostro a su propia desgracia. La misma lección debemos aprender las ciudades y los individuos. Muchas de nuestras ciudades Latinoamericanas seguirán un camino de hipócrita negación de unos males que todavía, como ciudades, albergamos. En el circuito de la intimidad cada individuo actúa con cobardía cuando esconde sus debilidades de carácter pasadas o presentes y no se mira de frente en el espejo de los desastres que ha propiciado, tolerado o realizado.

Madurar es doloroso porque supone superar la hipocresía que es debilidad del alma individual y colectiva. Como sociedad solo superaremos la hipocresía y el moralismo cuando seamos capaces de mirar a la cara nuestras propias falencias y debilidades humanas. El moralismo no es una tontería del conservadurismo, es un obstáculo para mirarnos como sociedad en el espejo fragmentado de la historia.

En las 17 columnas de esta tercera parte, Jorge Orellana Lavanderos nos muestra que, como sociedad, nos hemos venido equivocando: cada vez hay más pobreza, más violencia, más injusticia y el deterioro al medio ambiente no para de crecer; cada vez nos degradamos más en todos los aspectos; es como si estuviéramos educando mal a nuestros niños, porque a veces parece que cada generación es peor que la anterior.

El Tomo II de “Desde el Sur”, consta de tres partes tituladas, así: Cuarta Parte: Contingencias o un canto a la condición humana; Quinta Parte: Viajar para no llegar o el “status viagiatoris” del hombre; Sexta Parte: Nuestra realidad política, un puente entre el dolor y la esperanza.

“Desde el Sur” (Tomo II): 1- Transversalidad, 2- Corriendo con ellas, 3- Diálogo con Eduardo Sanguinetti (Parte I), 4- Diálogo con Eduardo Sanguinetti (Parte II), 5- Nicanor y gabinete, 6- Pena de muerte, 7- Eutanasia, 8- Emociones, 9- Ideas, 10- Empresa, 11- Lily, 12- Mundial, 13- Impertinencias, 14- Niño, 15- Lucho Gatica, 16- Acoso, 17- Marisela, 18- Lisboa, 19- Luces y sombras, 20- Mendoza, 21- Celebración (Parte I), 22- Celebración (Parte II), 23- Celebración (Parte III), 24- Celebración (Parte IV), 25- Rosario, 26- Berlín (Parte I), 27- Berlín (Parte II), 28- Berlín (Parte III), 29- Percance (Parte I), 30- Percance (Parte II), 31- Algo en común entre Chile y Venezuela, 32- Palabras a un candidato (Parte I), 33- Palabras a un candidato (Parte II), 34- Elecciones, 35- Determinación, 36- Inauguración, 37- Un día aciago (Parte I), 38- Un día aciago (Parte II), 39- Un día aciago (Parte III), 40- Claridad, 41- ¿Tirano?, 42- Octubre, 43- Bolsonaro, 44- Caracas, 45- Chiquinquirá, 46- Última columna.

Cuarta Parte: Contingencias o un canto a la condición humana

La literatura habla de lo mismo que habla la sociedad. Aborda los mismos problemas que la sociedad, pero con otro registro; y hay que ser fiel a ese registro: La injusticia, la pena de muerte, la farándula, el acoso, el bullying, los poetas, los filósofos, los acontecimientos mundiales, etc.; son justamente algunos de los temas que nos plantea el escritor Jorge Orellana Lavanderos en cada una de las 17 columnas de este capítulo.

En 1594 Shakespeare publicó un poema titulado “La violación de Lucrecia”, al que se le considera el germen de toda su obra posterior. Es un poema desgarrador en el que se asoma con crudeza el abuso del poder y en donde el autor va detallando, con un lenguaje no menos brutal, pero muy poético, la impotencia de Lucrecia.

Violada por Sixto Tarquino, la muchacha le reclama a su padre y a su esposo Colatino, que la venguen; al final, ella termina suicidándose. El hecho provoca una gran conmoción en Roma, lo que conlleva la caída de la Monarquía y se impone al final la República.

Esta misma situación de impotencia (Todos somos Lucrecia), este mismo espíritu (Todos tenemos rabia), estas mismas injusticias (Todos demandamos y reclamamos nuestros derechos), es lo que ve nuestro autor y luego lo denuncia.

En la exquisita belleza, en la sencillez y en la profundidad de los grandes clásicos, hay un hilo conductor que es común a todos sus autores: Cada uno de ellos se ha ocupado de develar la condición humana. Esta idea, cobra una gran dimensión en todas las columnas de Jorge Orellana Lavanderos; cada palabra suya tiene el tono exacto para transitar por esa enorme variedad de situaciones humanas, que hace que todos nos sintamos representados. No es nada fácil acercarse de un modo tan personal y tan universal a la vez a esos laberintos de la naturaleza humana, un tanto esquizofrénicos, que nos ocurren en la vida diaria; es por esto que cada lector sienta, o piense, que lo que Jorge Orellana Lavanderos nos entrega en su libro Desde el Sur, fue escrito para cada uno de nosotros.

Quinta Parte: Viajar para no llegar o el “status viagiatoris” del hombre

“Sólo con la muerte -nos recuerda Karl Rahner, el gran teólogo del camino- cesa el status viagiatoris del hombre, su condición existencial de viajero”.

El viaje siempre ha de volver a empezar, siempre recomienza como la existencia misma. Viajar, pues, tiene que ver con la muerte, pero también es demorarla, aplazar lo máximo posible la llegada, el encuentro con lo esencial, el momento del balance definitivo y del juicio.

Como hombre de familia, corredor de maratones, empresario y como escritor, Jorge Orellana Lavanderos sabe que después de trazar el plan, disponer el equipo e iniciar un nuevo viaje, interviene y se hace cargo un nuevo factor. Cada viaje, safari, negocio, exploración o maratón, es una entidad autónoma, diferente de todos los demás viajes.

John Steinbeck, en Viajes con Charley, plantea que cada viaje “tiene personalidad, temperamento, individualidad, carácter único. Un viaje es una persona en sí; no hay dos iguales. Y los planes, las salvaguardas, el control y la coerción son todos infructuosos. Descubrimos tras años de lucha que no hacemos un viaje: es el viaje el que nos hace a nosotros. Guías, programas, reservas, cosas obligadas e inevitables, naufragan y se hunden ante la personalidad del viaje. Sólo cuando admite esto puede el vagabundo de pura cepa relajarse y asumirlo. Sólo entonces se disipan las frustraciones”.

En el espíritu de las 13 columnas que conforman este capítulo, nuestro columnista nos deja claro con sus propias experiencias que no se viaja solo por llegar a alguna parte, sino por el hecho de viajar en sí, de acudir a una cita con el destino; y de todos estos viajes, cada registro, cada anotación sobre el mismo, es el material para una próxima columna. Como plantea Claudio Magris en El infinito viajar, “si el recorrido del mundo se transfiere a la escritura, éste se prolonga en el traslado de la realidad al papel”.

Viajamos no para llegar sino por viajar, para llegar lo más tarde posible, para no llegar nunca.

Sexta Parte: Nuestra realidad política, un puente entre el dolor y la esperanza

La sensación de estar viviendo y cantando el drama de la condición humana; la sensación de -por fin- saber que la meta es el camino y que no hay un lugar a dónde llegar porque ya estamos en él; esto es lo que el escritor chileno Jorge Orellana Lavanderos refleja en cada una de las columnas de esta sexta parte, esa reconciliación con nosotros mismos y con nuestros fantasmas; esa tranquilidad, esa liviandad con el universo y con ese paraíso que creíamos perdido.

Cuando hablamos (y escribimos), sobre nuestra historia o sobre nuestra actualidad política latinoamericana, generalmente estamos refiriéndonos a un mero proceso, a un camino que aún no vislumbramos claro totalmente. Como sociedad y como individuos, generalmente nos estamos hiriendo a nosotros mismos y, por los nubarrones de la ignorancia o por estupidez, vemos cómo nuestros líderes perseveran en el error; como si por un sino trágico, antropológico y social, nos empeñáramos en mirar hasta dónde somos capaces de resistir.

Como latinoamericanos nos concentramos en producir y soportar dolor y llegamos a creernos que el dolor tal vez sea lo único real; y cuando intentamos reconciliarnos con nosotros mismos, olvidarlo todo, desaparecerlo como si nunca hubiera existido, la memoria –que casi siempre llamamos nostalgia o melancolía- nos trae todos los recuerdos de una manera implacable.

Cuando fue asesinado John Lennon, el Nobel Gabriel García Márquez escribió que “la nostalgia sigue siendo igual que antes” y que “la única nostalgia común que uno tiene con sus hijos son las canciones de los Beatles”. Creo, sin lugar a dudas, que, para leer las 16 columnas finales de este libro, sería bueno encender nuestro reproductor de música y darle play a “Imagine”; tal vez así toda esta triste realidad geopolítica que nos devela Jorge Orellana Lavanderos en estas páginas, nos borre el dolor y la melancolía, y nos despierte una renovada esperanza en el porvenir.

El Tomo III de “Desde el Sur”, también consta de tres partes, así: Séptima Parte: El quehacer literario; Octava Parte: Estallido social; Novena Parte: Tiempos de pandemia y cuarentenas.

“Desde el Sur” (Tomo III): 1-La novela, 2- Atardecer, 3- Incendios, 4- Presentación, 5- Asunción, 6- Carácter, 7- Escultura, 8- Senderos, 9- Argentina, 10- Nietos, 11- Erie, 12- Aceptación, 13- Nimiedades, 14- Estallido, 15- Desconcierto, 16- Sosiego, 17- Acción, 18- Verdad, 19- Deberes, 20- Aprendiz, 21- Índole, 22- Café, 23- Felisberto, 24- Incertezas, 25- Posturas, 26- Arrogancia, 27- Alma, 28- Violencia, 29- Luna, 30- Felizdor, 31- Tarde, 32- Equilibrio, 33- Risas, 34- Columna, 35- Misterios, 36- Rutina, 37- Aniversario, 38- El regalo, 39- Curiosidad, 40- Consecuente, 41- Volar, 42- Concilia sueños, 43- Enseñanza, 44- Confieso, 45- Vergüenza, 46- Confinado.

Séptima Parte: El quehacer literario

«Me zambullí como en una gran copa de champaña, en un mar de estrépitos y fragancias. Por eso jamás pude llevar la rutina de un intelectual y mis lecturas nunca tuvieron una disciplina demasiado rigurosa. Escribir y leer tenían que ser placeres. Hay escritores que interponen un escritorio o una biblioteca entre ellos y la vida. Yo tomé el camino del regocijo. Escribir era parte del viaje y yo me estaba asumiendo como viajero».

René Rebetez

Intelectual o no, Jorge Orellana Lavanderos escribe por necesidad fisiológica y ontológica. “Escribir es buscar la palabra”, dijo Gadamer; buscarla, hallarla y crear con ella un nuevo espacio de revelaciones donde el escritor nos señala las claves de su visión del mundo, de su ideal de belleza, de sugerencias de nuevas realidades y nuevas experiencias con un lenguaje autónomo.

Con este nuevo lenguaje, propio, crítico, poético, hechizado, conjurado, el escritor camina de lo conocido hacia lo desconocido, movido por una vocación absoluta, por la conciencia de que se moriría si no escribiera, si no poetizara el mundo, dando de sí, así como un árbol da sus frutos; el escritor canta, aceptando esa exigencia vital sin preocuparse por lo que otros digan sobre lo que él escribe. Por eso su creación es vida, obligación y destino (y obra de arte si, además, brota de la necesidad fisiológica y ontológica), porque cumple con su vieja y nueva misión, esto es, seguir arrojando luz sobre las tinieblas del corazón humano, dirigirlo a la búsqueda del absoluto, del ser, de la unidad perdida consigo mismo.

Pero lo escrito también tiene que ser acción, denuncia, partido y posición. Jorge Orellana Lavanderos tiene muy claro que su quehacer literario debe ayudar a agruparnos, debe conmovernos y despertar las conciencias para que acabemos con la indiferencia, con la falta de solidaridad que nos envuelve y nos carcome. Debemos saltar de la imaginación y las ideas al campo de los hechos, solo así reconstruiremos la esperanza, sobre todo en estos tiempos de penuria.

Por eso, después de una breve pausa, dedicada a construir la estructura de su nueva novela titulada “El Aprendiz”, Jorge Orellana Lavanderos regresó con una nueva temporada de columnas que le dieron forma a la séptima parte del libro “Desde el Sur” (Tomo III), dedicadas casi todas a documentar su quehacer literario, no solo en cuanto a lo reflexivo y personal, sino también a lo que ha sido una extensa faena de conversatorios y presentaciones de todos sus títulos publicados, en Ferias Internacionales del Libro y eventos literarios en Colombia, Paraguay, Perú y México.

Octava Parte: Estallido social

Por una u otra razón, octubre comienza con masivas manifestaciones sociales y fuertes disturbios en casi todos los países de Latinoamérica. Las dificultades socioeconómicas y políticas que se estaban presentando en Chile, concretamente, dieron lugar a que el 14 de octubre, los estudiantes secundarios y universitarios se organizaran para evadir masivamente el pasaje del metro de Santiago; la razón, una protesta al alza en el valor del pasaje de 30 pesos chilenos (Un euro es equivalente a 881 pesos chilenos), es decir, casi el valor de un tiquete de metro en una sola dirección. De allí en adelante se leían en los medios de todo el mundo titulares sobre la radicalización del movimiento, que los militares salieron a las calles, se escucharon voces de “Estamos en guerra”; y a pesar de las medidas paliativas impulsadas por el Gobierno, la ciudadanía se dirigió masivamente a la Plaza Italia, en el centro de la Capital; se habla de al menos un millón de personas en las calles de Santiago; y se empieza a hablar de una nueva Constitución, lo cual conlleva a que el Gobierno y los sectores políticos de oposición lograran establecer  un acuerdo calificado de “histórico” para la realización de un plebiscito en el que los ciudadanos decidirían si quieren o no una nueva Constitución.

Esta tremenda discusión socioeconómica y política en Chile, la registra magistralmente Jorge Orellana lavanderos en seis columnas de antología (entre otras), que conforman la octava parte del libro “Desde el Sur”: “Estallido”, “Desconcierto”, “Verdad”, “Sosiego”, “Acción” y “Deberes”. Aquí, nuestro autor, como Ingeniero Civil, como empresario, como escritor y columnista, reflexiona e identifica todas las causas del problema, presenta objetivamente las diferentes voces y opiniones al respecto y da algunas posibles soluciones o salidas a dicho problema.

Toynbee habló alguna vez del estímulo y la respuesta en el desarrollo de las civilizaciones, algo que aplica para todos los desafíos humanos y frente a todas las adversidades; esto mismo es lo que propone Jorge Orellana Lavanderos con todas sus columnas, esto es, una luz en la oscuridad. Phillippe Ollé-Laprune nos planteó que el mundo es testigo de cómo van desapareciendo, entre muchos intelectuales, cualidades como la lucidez, la coherencia moral y la rectitud. El afán de alcanzar y aferrarse a un poder irrisorio, las estrategias de promoción y otros señuelos no son cosa reciente; pero los escritores de hoy se dejan seducir más que nunca por el canto de esas sirenas, aludiendo a los mecanismos que transforman el mundo de la creación literaria, ese sostén de lo que el espíritu tiene de excepcional y único, en un objeto de poder al servicio de la maquinaria mercantil. Solo algunas obras renuentes a la erosión del tiempo, como lo serán sin duda los libros de Jorge Orellana Lavanderos, revelan que sus autores afrontaron ese desafío: el de proponer al lector textos que viven por sí mismos, y no en virtud de un objetivo que les resulta ajeno.

Novena Parte: Tiempos de pandemia y cuarentenas

Las 19 columnas que conforman esta Novena Parte, del libro “Desde el Sur”, de Jorge Orellana Lavanderos, se refieren magistralmente a algo inédito en la historia de la humanidad: un estado de pandemia y cuarentenas, casi simultáneas, en todos los países del mundo.

Otras veces la humanidad se ha tenido que enfrentar a terribles pandemias, como la peste negra, la viruela, el sarampión, la gripe española o el VIH, etc.; sin embargo, por primera vez en nuestra historia (debido a la facilidad para ir de un lugar al otro extremo de La Tierra), un agente patógeno denominado como Coronavirus o Covid-19, ha puesto en jaque a toda la población mundial.

En estas columnas, con un estilo propio de la literatura rusa, donde se evidencia un gran conocimiento de la condición humana, Jorge Orellana Lavanderos nos pasea por diferentes situaciones y tópicos como el simple hecho de irle a llevar un libro a una amiga en medio de la cuarentena o la interlocución con un zorzal mientras se hace un poco de trote sobre una cinta mecánica; y nos deja claro que el hombre por sí solo no tiene control sobre nada, que la irracionalidad de la vida es inevitable; y así, tanto representan el absurdo, entendido como la ausencia de sentido supremo; y este absurdo, aunque es algo desconcertante, es potencialmente positivo, puesto que, si las sabemos dirigir, las nuevas razones de la existencia serían aquellas que vayan ligadas a valorar la vida humana por sí misma, por lo que es; y no por razones religiosas, políticas o ideológicas.

Es por ello que, al igual que mencioné en el prólogo para la bitácora mundial CUARENTENA 2020 (donde Jorge Orellana Lavanderos es uno de los escritores invitados), es necesario evocar La Peste de Albert Camus; tanto allí, con el brote de peste bubónica en la ciudad argelina de Orán, como ahora, debido a la pandemia mundial por el Covid-19, nos queda claro que se hace necesario abordar el tema, o mejor, recurrir urgentemente, a la solidaridad humana; solo así podríamos acabar con el absurdo de esta metáfora del mal, con el absurdo de todo aquello que atenta contra la condición humana, porque en los hombres aún hay más cosas dignas de admiración que de desprecio. Y aunque muchos verán en esta situación de cuarentena una oportunidad de restricciones de nuestras libertades, pues ante tales situaciones de gravedad las autoridades han limitado los movimientos de sus habitantes para protegerlos del mal por el espejismo de un bien superior, está claro que, en la solidaridad de todos, en la construcción de una ética y de una moral superiores, es donde está el camino hacia la superación de esta grave contingencia.

El Tomo IV de “Desde el Sur”, a su vez, también consta de tres partes: Décima Parte: 21 relatos de la condición humana; Onceava Parte: Campanadas bajo la lluvia en medio de una selva oscura; Doceava Parte: Cambia, todo cambia.

“Desde el Sur” (Tomo IV): 1- El zapatero, 2- Dependencia, 3- Remembranzas, 4- Pesadumbre, 5- Chatear, 6- El loco, 7- Epopeya, 8- Observando, 9- Rojo y negro, 10- Un juego diabólico, 11- La librería, 12- ¡Qué vergüenza!, 13- Lloro por ti, Argentina, 14- Unidad, 15- Misterio, 16- Un instante, 17- El informante de la esquina rosada, 18- Una decisión difícil, 19- Encrucijada, 20- Padre Nuestro, 21- Arauco, 22- Bajo la lluvia (Parte I), 23- Bajo la lluvia (Parte II), 24- Bajo la lluvia (Parte III), 25- Bajo la lluvia (Parte IV), 26- En medio de una selva oscura (parte I), 27- En medio de una selva oscura (Parte II), 28- En medio de una selva oscura (Parte III), 29- En medio de una selva oscura (parte IV), 30- Campanadas (Parte I), 31- Campanadas (Parte II), 32- Campanadas (Parte III), 33- Campanadas (Parte IV), 34- Campanadas (Parte V), 35- Campanadas (Parte VI), 36- Campanadas (Parte VII), 37- El retorno, 38- Marcela, 39- Coincidencia (Parte I), 40- Coincidencia (Parte II), 41- Coincidencia (Parte III), 42- Coincidencia (Parte IV), 43- Coincidencia (Parte V), 44- Coincidencia (Parte VI), 45- Coincidencia (Parte VII).

Décima Parte: 21 retratos de la condición humana

Nuestro escritor chileno, Jorge Orellana Lavanderos, comienza la décima parte del libro “Desde el sur” (Tomo IV), con columnas como: El zapatero, Dependencia, Remembranzas, Pesadumbre, Chatear, El loco, Epopeya, Observando, Rojo y negro, Un juego diabólico, La librería, ¡Qué vergüenza!, Lloro por ti Argentina,  Unidad, Misterio, Un instante, El informante de la esquina rosada, Una decisión difícil, Encrucijada, Padre Nuestro y Arauco; que, sin duda, son los retratos de la condición humana.

De entrada, nuestro autor nos vuela la cabeza, recordando una pregunta que le hizo un zapatero a cuyo taller había acudido varias veces en su infancia:

—¿Qué te gustaría más? –Me preguntó una tarde, y agujereando el cuero sin perder de vista su aguzada lezna mientras yo jubiloso atisbaba el cese de la lluvia, me ofreció algunas alternativas.

—¿Tener el oro de un rey y que todos te respeten y obedezcan?

—¿Ser un famoso cantante y que al oírte las mujeres cayeran seducidas en tus brazos? O…

—¿Ser el hombre con la mayor inteligencia en La Tierra y poder encontrar siempre solución a los problemas?

El niño de Puerto Montt se aprontaba a responder, con los ojos brillantes de emoción porque le atraía conversar con el zapatero, cuando este le cortó las alas con un rotundo:

Hora de cerrar amigo, seguimos mañana…

Y nunca llegaron las respuestas, nuestro autor no recuerda el motivo, pero nunca hubo un mañana, y jamás respondió a sus sugerentes preguntas.

¿Y tú, amigo lector? ¿Te atreves a responder esta y otras preguntas? Nuestro autor lo hace a través de la sabiduría de todos los personajes que transitan por los senderos de estas magnificas columnas.

Recordando las palabras de Phillippe Ollé-Laprune, “el mundo es testigo de cómo van desapareciendo, entre muchos intelectuales, cualidades como la lucidez, la coherencia moral y la rectitud. El afán de alcanzar y aferrarse a un poder irrisorio, las estrategias de promoción y otros señuelos no son cosa reciente; pero los escritores de hoy se dejan seducir más que nunca por el canto de esas sirenas (…) Sólo algunas obras renuentes a la erosión del tiempo revelan que sus autores afrontaron ese desafío: El de proponer al lector textos que viven por sí mismos, y no en virtud de un objetivo que les resulta ajeno». Tal es el caso de Jorge Orellana Lavanderos, un autor que nos propone textos que se defienden por sí mismos, textos que son luz y guía en cada bifurcación de nuestro camino.

Onceava Parte: Campanadas bajo la lluvia en medio de una selva oscura

Todos los que conocemos a Jorge Orellana Lavanderos y hemos leído sus libros sabemos que, además de empresario y escritor, es un gran maratonista que ha corrido innumerables carreras de largo aliento en multitud de ciudades del mundo; tal vez por esta condición, tan natural en él, es que en sus más recientes columnas se ha visto en la necesidad de escribir otras tantas partes (a manera de continuación), para poder desarrollar a fondo los temas que nos ha propuesto, como si fueran los capítulos de una nueva novela.

Esta capacidad narrativa de exponernos las problemáticas de la condición humana desde todos los puntos de vista, a la manera socrática, es lo que abordaremos en esta onceava parte del libro “Desde el sur” (Tomo IV). Aquí hay tres grupos de columnas, tituladas así: Bajo la lluvia (4 partes), En medio de una selva oscura (4 partes); y Campanadas (7 partes).

En Bajo la lluvia, haciendo gala de su forma prodigiosa para describir el paisaje y cómo este influye en los estados de ánimo del hombre, el autor nos introduce, de una manera casi religiosa, en un ambiente de profunda paz y contemplación para exponernos su arte poética (Ars). En un tono profundo y sapiencial, Jorge Orellana Lavanderos diserta sobre el oficio sagrado de escribir.

En las 4 columnas de En medio de una selva oscura, Orellana Lavanderos nos plantea el tema de la dignidad del ser humano; dignidad frente a la cercanía de la muerte, frente a la angustia de toda una vida como artista y, sin embargo, estar sumergido en la aflicción de padecer una desesperada situación económica; dignidad frente a la posibilidad de haber podido salvar una vida con tan solo una palabra o un gesto amable y no haberlo hecho.

En Campanadas, Jorge Orellana Lavanderos desarrolla un hermoso e interesante diálogo, acompañado por el tañido de las campanas del barrio, en boca de dos hombres que nunca se habían tenido afecto pero que se respetaban. Aquí nuestro autor nos deja claro que encontrarse para conversar nos sirve para robustecer nuestros postulados o para desecharlos; nos enseña que el mundo siempre está compitiendo; y que competir es una agresión porque siempre intentamos superar al otro para destruirlo cuando en realidad lo que debería motivarnos en la diferencia es poder aprender del otro, no para ser mejores, sino para entender… para empezar a entender.

Doceava Parte: Cambia, todo cambia

Un hombre es todos los hombres”, decía Borges, pero “todo cambia, todo fluye, nada es inmutable, todo está en constante movimiento”, decía Heráclito.

Este es el paradigma en que se debate toda la humanidad; y el escenario en el que interactúa Don Marcial (de 80 años) y Picantito (de 30 años), a lo largo de 7 partes de una columna que nuestro escritor Jorge Orellana Lavanderos tituló Coincidencia. El diálogo de estos 2 personajes, esto es, la temática que nos propone nuestro autor chileno, está signada también por la gran brecha generacional y por los problemas de su cotidianidad.

-¿De qué está hablando don Marcial? No me haga acordar de mi abuela, se ha puesto intratable, reclama el día entero y le ha dado por pelearse con los comunistas. ¡Como si fueran sus adversarios!

-Cuesta mantener la cordialidad entre las generaciones Picantito, ¿Sabes por qué? Porque los viejos hablamos desde nuestras experiencias y hemos dejado de creer en los libros o en lo que cuenta la gente. Nos acobarda la muerte, pero la soberbia nos hace mirar con desprecio todo pasado distinto al nuestro, como si solo valieran nuestras vivencias. Nadie nos viene con cuentos y no nos dejamos engatusar con utopías fracasadas.

Jorge Orellana Lavanderos sabe muy bien, y nos lo dice en boca de Don Marcial, que todo cambio estaría supeditado a la voluntad del poderoso quien, al ver decaer su posición de confort, nunca los propiciaría, al contrario, los relegaría hasta que la prudencia ¡Ojo! No la generosidad, lo forzara a promoverlos; pero en ese caso, como ha pasado ya, estos se harían con indolente gradualidad. ¡Sin el estallido, jamás habría habido un cronograma de cambios!

Y sigue Don Marcial –Estoy de acuerdo que es difícil sacar a alguien de su línea de confort, claro que a nadie le gusta que le bajen el sueldo. ¿Pero?… ¿Se justifica la violencia por un cambio? No Picantito. ¡Eso no es democracia! No cabe el criterio de algunos constituyentes de indultar y dejar delitos sin sanción. ¡Eso vulnera el estado de derecho! Aunque no niego que tu argumento me conmueve. En un estado democrático el asunto está en convencer siempre por la razón, nunca a través de la fuerza. Lo otro es publicidad engañosa -se burló el viejo, y agregó- Legitimar la violencia es un camino incompatible al constitucional, porque coincidirás conmigo en que se puede tomar uno u otro, pero lo que no se puede hacer es acomodar la decisión a la conveniencia oportunista.

Este es el talante de la interesante conversación que nos plantea el autor en la última parte del Tomo IV del libro “Desde el Sur”; sin lugar a dudas hay suficientes argumentos y una gran trama para que Coincidencia se alargue y se convierta en una nueva y maravillosa novela.

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