“El profesor de filosofía”, de Jaime Humberto Avendaño

Por Edilson Villa M.

(Filósofo, poeta y editor)

 “El hombre de ayer no es el mismo al de hoy; y el de hoy no será el mismo al hombre de mañana”. Heráclito

Antes de que Gutenberg inventara el tipo móvil, por el año de 1450, los libros eran manuscritos; se cuenta que 45 amanuenses, trabajando durante dos años bajo la dirección de Cósimo di Giovanni de Médici, produjeron solamente 200 volúmenes; en sorprendente contraste, durante el primer medio siglo, después de la invención de la imprenta, aparecieron en Europa aproximadamente 10 millones de libros, comprendiendo 40 mil títulos, obra de cientos de impresores en plena actividad. Hoy, más de 5 siglos después, es posible encontrar títulos que logren por sí mismos más de 10 millones de ejemplares impresos en varios idiomas; y aunque no conocemos de estadísticas que nos permitan conocer la producción real de libros en el mundo entero, es seguro que la cifra anual de libros editados alcanza varios cientos de millones.

Hoy en día sería muy difícil vivir sin los libros, pero precisamente su abundancia y la facilidad para adquirirlos es lo que ha hecho más rigurosa la tarea y más inaccesible la gloria del escritor; es por ello que encontrarse con libros como El profesor de filosofía, del filósofo y escritor colombiano Jaime Humberto Avendaño, me resulta tan reconfortante, justo ahora que, paradójicamente, hay tantos libros y tan poco para leerse.

Después de leer El profesor de filosofía, del profesor Avendaño, siente uno la necesidad fisiológica y ontológica de referirse a sus páginas, de hacer algún comentario digno de su trabajo, de decir algo que le haga justicia y que retribuya en parte todo lo que nos ofrece con este maravilloso libro, donde recoge (en ocho capítulos), su visión del mundo (como hombre, como filósofo, como profesor y como escritor), sus interpretaciones filosóficas y literarias a los textos que ha leído y que más lo han movilizado a la vez que nos presenta una didáctica o metodología para la enseñanza de la filosofía.

Sin lugar a dudas que Jaime Humberto Avendaño nos entrega aquí una obra esencial, para la literatura colombiana y para la enseñanza de la filosofía, depurada por el rigor y el sosiego que sólo tienen los hombres sabios, que aparte de su importancia científica y humanística, nos alegra el espíritu y nos renueva la fe en la condición humana.

Gadamer dice que “escribir es buscar la palabra”, y eso es justamente lo que encontramos en este maravilloso libro; porque aquí, como en una buena pieza de música, todo está en su lugar, nada le sobra ni nada le falta; en El profesor de filosofía no hay ripios, ni rellenos, ni cargazón. Este libro tiene la virtud y la magia que, una vez que empiezas a leerlo, ya no puedes parar.

Jaime Humberto Avendaño escribe para mostrarnos quiénes somos y qué hacemos en el mundo, para agregarnos conocimiento y belleza; y lo hace como un gran esclarecedor; escribe por una pulsión natural auténtica. Se nota en el profesor-escritor una necesidad de confesarse, de aportar datos y conocimiento para los demás. Ese es, en mi humilde opinión, el principal aporte de este libro y de este escritor. Avendaño escribe y nos presenta un texto que nos ayuda a ser mejores, que le aportan a la cultura. Todas sus palabras dependen solo de sí mismas. En nuestro autor encontramos reconciliadas las dos posiciones que generalmente se observan antagónicas: el arte comprometido y el arte por el arte. En El profesor de filosofía se logra de una manera muy sencilla: siendo auténtico.

Todo lo que importa y vale en este mundo, es lo que legitima nuestra condición de seres humanos; es lo poético, sea con palabras, sea con la ciencia, sea en artes plásticas, sea en actitudes humanas o en la enseñanza de la filosofía. La palabra, visible en todo lo que nos rodea, es la posibilidad real de ser del hombre, su posibilidad de crear; estamos hablando del lenguaje. Cuando hay una urgencia auténtica, como la del profesor Avendaño, de comunicar una experiencia íntima o nuestra percepción del mundo exterior, la voluntad expresiva crea la ordenación de las palabras, que es estricta.

Jaime Humberto Avendaño, filtrado en cada página por inquietantes ideas metafísicas, rompe los conceptos de la geometría euclidiana, destruye las direccionales de tiempo y espacio, y en una especie de panteísmo lírico, a veces nos hace sentir que todo está en todas partes, desarrollando así, mucho más que meras ideas filosóficas.

La imprenta le ha hecho mucho mal a la literatura. Hoy en día hay mucha facilidad para publicar, sería bueno volver a la dificultad del manuscrito o, al menos, que se publique lo que realmente valga la pena hacerlo. Estoy seguro que Jaime Humberto Avendaño, con este portentoso trabajo o método para la enseñanza de la filosofía, ya tiene asegurado un lugar entre esas obras que sí vale la pena editar, porque nos expresa una realidad evidente. ¡Enhorabuena!

Te invitamos a compartir esta entrada con tus conocidos

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *