De lo que merece ocurrir en “El haikú de la escalera”, de Edilson Villa M.

Por: Mariela Palermo

(Poeta argentina).

De la mano del poeta los amantes a lo largo de este libro invitan al lector a participar de un universo inusual que se teje desde adentro, desde el encuentro o la falta, son cortejados por el amor que se les presenta como un inminente, como partículas anhelantes, como un entero alcanzable digno de cualquier proeza. De manera profética, mitológica, o a modo de pulsación de vida se mueven los seres retóricos en estas páginas, que aman y construyen y se estremecen y se perturban con el hecho de tener que abandonar el mundo construido. La poesía derrumba este miedo innato, la finitud del tiempo, el abandono, la muerte, que los vuelve a hacer sentir, bajo su estética, su paraíso inusual, el rigor de cuánto vale sentir, sentir en lucidez, pensar en y vivir en poesía. Tal vez no bajo la misma piel ni bajo la misma forma, pero sí, librando esa lucha siempre perdida contra el amor; que persiste y se encarna, persiste y se encarna, bajo nuevas formas de amar en el mundo humano, mundo donde el hombre nace empezado y el arte convierte en continuo.

Dice el poeta Edilson Villa Muñoz que el único milagro que vale la pena esperar es el milagro del amor. También es el único milagro capaz de suceder en la tierra sea por la voluntad indisoluble de los hombres o de manera involuntaria. El amor, es el milagro humano por excelencia, porque más allá de cualquier bondad divina es en él donde el hombre explica toda bondad. Su pequeña, acabable y breve bondad en la tierra. Este milagro el “único que vale la pena esperar” es el motor de este libro, y tal vez, motor de las grandes cosas sustantivas, aquellas perceptibles, reduccionistas, humanas, que se pueden ver y se dejan tocar.

El Haikú es un momento breve, tal vez tan breve como el paso de los hombres en la tierra, breve como los encuentros en esta escalera, breve como algunos amores o como casi todos, pero no por eso abandonan ese espacio milagroso y fascinante. La brevedad los hace únicos, porque cuando cesa la palabra, se abriga el encuentro, los dos cuerpos se hallan reunidos, el poeta deja de escribir porque sus dos partes han respondido al llamado, de uno y del otro lado de la escalera, o simplemente se han olvidado para siempre, pero han sanado.

El amor, entonces, es declarado en este libro como una búsqueda, “como un ciego que busca partículas de luz”, como un abrigo que se teje por dentro, como un tren de marcha irreversible que atropella o que conduce.

La bella geometría de las imágenes creadas por el poeta nos muestran la geografía de los cuerpos atravesados, cada uno es una prolongación del otro, un peldaño, un punto en un tejido del alma, fragmentos de universo del otro y llegan así, como el amor, como un secreto revelado, en una caravana, ascendiendo montañas, como dice el poeta “conociendo la noche y entendiendo la vida” en estos escalonados juegos del amor que se nos hacen visibles a través de la estructura de los poemas que ascienden y descienden a través de esa escalera verbal o imaginaria (para el que carezca de algún Romeo o alguna Dulcinea), que serán su puente o su discordia, que alejará a los amantes o los hará uno, llegando a un punto entero de empatía, así de cercanos:

“Imitarás a los pájaros

navegarás un barco

y levantarás los niños

como ofreciéndoselos al sol

beberás cerveza, escribirás poesía

y sólo te enamorarás de una mujer

que sea como tú”.

De todos modos, este libro no nos invita a creer que el amor es un hombre o una mujer, o ambos, en suma, sino una condición inalienable del alma, que lo trasciende. Nos hace entender, también, que aquello que alguna vez fue para el hombre amor, puede ser hoy, solo belleza, una foto en un placar, un placer mundano, o algún hecho menor, pero ya no nuestro milagro digno de ocurrir.

“Tú, que fuiste pájaro y delirio

y canto y vino y pan y manantial

Ahora no eres más que solo una mujer”

O puede pasar, por el contrario, y que nos encuentre el amor repentino, perdidos en alguna belleza. Me remito a Borges y su “Tú que ayer solo eras toda hermosura eres también todo amor, ahora”.

Es por esta condición indisoluble del alma del enamorado, que el hombre necesita el amor, necesita su milagro para la existencia. Hasta para redactar estas líneas, sobre todo al producir arte.

Por otra parte, el libro muestra un mundo exclusivo de los amantes, un mundo que no existe fuera de ellos. Ambos son tejedores de ese mundo; los amantes en la escalera, en las vías del tren, los que saben siempre donde encontrarse, los que lo saben todo del otro, los que siempre buscan para caminar (sea de manera erótica o no) los pies del otro. El poeta siempre recurre a esta figura como término leal y noble que lo acompañará, y nos acompañará en la amorosa odisea de leerlo, porque de ese modo, tendrá continuidad la comunión amatoria. Los pies como vehículo para llegar al otro, sortear obstáculos y andar sobre la belleza de lo creado: “las huellas reunidas”, “los pies desnudos de la mujer que amo”, “alza de nuevo tu talón para mi” entre otras imágenes que nos regala Edilson Villa Muñoz en su libro.

              De manera inteligente nos hace saber también, que lo que el hombre busca sin medidas no es a su ELLA en particular, ni sus ojos, ni su cuerpo, sino el amor como absoluto, sin medida de tiempo, ni color de piel, ni apellido; un amor comprensivo, experiencial y erótico que disfrute de huellas pares en la arena: “ahora mi amor, siglos después y tu mismo nombre, con el cabello más corto”. Un nombre que no tiene otro nombre que el del amor mismo, para reunirse nuevamente por tiempo breve y escalonado, breve para el hombre o breve para el tiempo, no importa, allí estarán los amantes, en la escalera, vueltos poesía, inventando mundos.

Y en ese mundo, para el que no existe otro, habrá de concluir todo milagro y todo entendimiento porque “para el que ama no existe otra memoria que la del amor” y habrá apocalipsis en la pérdida porque como escribe el autor, “me marcho sin ella y sin mi alma” porque en cuanto alguno de los dos niegue, algo perecerá y el amor, seguirá buscando.

Para el hombre y la mujer nos toca entonces decidir dónde volcar el amor, decidir o no unirse al fuego, decidir o no borrar el dolor de la ausencia. O simplemente entregarlo todo por quien se atreva “por dos segundos a dejarlo todo por mí / por una aceituna (por nada)”.

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