A propósito de la novela “El rey pasado y sus herederos”

Por Edilson Villa M.

(Filósofo, poeta y editor)

“Solo con la muerte cesa el status viagiatoris del hombre, su condición existencial de viajero”.

Karl Rahner

La pregunta por el hombre data desde los primeros tiempos, pues es la pregunta por el sentido de la existencia. Todos los hombres, de alguna manera, han tratado de responder este problema; para los griegos, por ejemplo, fue la pregunta por su ser, por su naturaleza, por su condición, por su origen. Desde los presocráticos hasta hoy esta cuestión ha estado presente, no solo para la filosofía sino para la tradición occidental, y en casi todos estos escritos se evidencia el ánimo de esclarecer este interrogante, se manifiesta el interés por acercarse al ser humano para comprenderlo, para saber más y mejor de él, para explicarlo. Este interrogar concreto por el hombre en cuanto hombre, comienza con un tinte muy tenue en la historia de la filosofía, para luego acentuarse y plasmarse con la reflexión de Sócrates y de los grandes sofistas griegos como Protágoras y Gorgias, en el siglo IV antes de Cristo, al preguntarse por el hombre en su dimensión cotidiana, como ser cívico, como ser moral, como ser natural, etc.

Cuando Protágoras  responde a la pregunta por nuestra naturaleza con el planteamiento según el cual: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son por lo que son y de las que no son por lo que no son”, está manteniéndose en ese horizonte de comprensión que también habitan Platón y Aristóteles; el primero desde el diálogo Alcibíades afirma que la esencia del hombre es su alma: “El alma es algo diverso al cuerpo, y en esta vida constituye nuestro yo, entonces solo somos el alma, nada más que el alma, y el cuerpo una sombra que nos acompaña”; y el segundo en su Ética a Nicómaco va a buscar en el deseo de saber y en la inclinación política los dos factores que mejor definirían o responderían a esta pregunta por la naturaleza humana.

Aristóteles, respondiendo a esta importante cuestión, le asigna la primacía al factor racional, al alma sobre el cuerpo, e indica que la dignidad humana radica en su racionalidad, acentuando la desvalorización del impulso animal y del cuerpo. Además de la obra de Protágoras, Platón y Aristóteles, esta reflexión se vierte en el más célebre programa socrático:  “Conócete  a  ti  mismo”, y desde  allí,  pasando  por  Santo Tomás,  Descartes,  Pascal  y  Nietzsche  hasta  las  modernas  interpretaciones  de Freud, Skinner o Foucault se plantea con un renovado interés el problema del hombre.

Este tono existencialista, y de la pregunta por el ser humano, es el talante de la interesantísima novela El rey pasado y sus herederos, de la escritora colombiana Magnolia Stella Correa, en donde desarrolla, de principio a fin, el debate principal de la condición humana. Veamos el siguiente pasaje de la novela donde expresa ideas como:

Y es que la vida es de ida y vuelta. De ida vamos regando las semillas, por lo general sin saberlo, de los frutos que vamos recogiendo en cada paso del camino de regreso. Ya para entonces, de nada sirven quejas y lamentos porque durante el sendero de vuelta no se pueden disolver los pasos porque ya el camino está construido.

Parece ser que el mundo se presenta como un “problema” para quienes caminan su vida deseando algo más que simplemente pasar por ella, mientras se persigue a las tardes y a las personas que nos atraen. Ni ellos ni ellas pueden substraerse de la pregunta más antigua de todas: ¿Quiénes somos? Siempre hemos creído que la literatura o la filosofía no te dan respuestas, solo te enseñan y te obligan a preguntar cada vez más hondo.

Pero también te regalan un alma, un silencio y una parla reveladora para sentir, oler, escuchar, palpar el alma de los amigos, las madrugadas, el rocío, los libros. Una tarde iluminada por el rumor inaudible de miríadas de estrellas, millones de constelaciones, de palabras y silencios agazapados en los estantes de una biblioteca.

Esto es lo que hace la novela de nuestra escritora Magnolia Stella Correa; cuando me encontré con El rey pasado y sus herederos, sabía que tenía un gran libro en mis manos; una gran novela que daba cuenta de la condición humana; y que te obliga, te enseña y te hace preguntarte sobre los temas más profundos del pensamiento. Al leerlo por primera vez, se destacó como una de las mejores novelas existencialistas que se han escrito hasta el momento; pero más que nada me llamó la atención sus expresiones narrativas, tan llenos de experiencia, de honestidad, de simpleza y cotidianidad. Veamos, por ejemplo, estos dos fragmentos:

Casi de inmediato percibo la presencia de mis dos inseparables amigos, que me aceptan sin reparos a pesar de mis innumerables fracasos y frustraciones. Al concientizarme de su presencia, agradezco la certeza de que la suya es mi única compañía hoy, el día de mi cumpleaños número cincuenta.

“Vamos a comer algo” es la poesía más divina y gloriosa que puedo escuchar en la vida; en ese momento me siento capaz de hacer cualquier cosa por “comer algo” y mi nuevo compañero lo percibe antes que adivinarlo… o al menos lo intuye de manera elegante o inteligente, no sé, pero sí muy piadosa y solidaria.

En la sencillez y en la profundidad de los grandes clásicos, hay un hilo conductor que es común a todos sus autores: cada uno de ellos se ha ocupado de develar la condición humana. Esta idea, cobra una gran dimensión en El rey pasado y sus herederos, de Magnolia Stella Correa. Cada palabra suya tiene el tono exacto para transitar por esa enorme variedad de situaciones de los seres humanos que hace que todos nos sintamos representados. No es nada fácil acercarse de un modo tan personal y tan universal a la vez a esos laberintos de la naturaleza humana, un tanto esquizofrénicos, que nos ocurren en la vida diaria; esto explica que cada lector sienta, o piense, que lo que la Sra. Correa nos entrega en su libro fue escrito para cada uno de nosotros. Miremos estos otros pasajes sobre uno de los protagonistas:

El Rey Dernier es un ser muy peligroso, es un experto en manipular el cadáver de los sentimientos, sensaciones y emociones de sus súbditos; es un criminal que hasta lo cautiva a usted y le permite desafiarlo para luego asfixiarlo y obligarlo a que le rinda culto durante el resto de su vida. Aunque yo a usted lo entiendo… usted no conoce esa historia.

Dicen que el Rey Dernier es bastante crítico de sus tres hijos y que ninguno se gana la confianza del Rey como heredero al trono y que por esta razón el tirano Rey utiliza de manera cruel y despiadada los restos del sentir de sus vasallos para mantenerlos sometidos a él y así evitar pérdida de credibilidad por la poca esperanza que tiene en sus hijos. Como puede observar, apreciado amigo, ni siquiera los hijos del Rey Dernier pueden confiar en él. Hasta con sus propios retoños es cruel y despiadado, calcule usted cómo será con los particulares.

Como lo plantea el escritor colombiano Ángel Galeano Higua, “sin viaje no hay narración. Sin narración no hay literatura. Y sin atrevimiento no hay obra que valga la pena”. En otraspalabras, el viaje que emprendimos con nuestra experiencia de vida, y con la lectura de este maravilloso libro, El rey pasado y sus herederos, se desborda cualquier traslación geográfica y transforma nuestra conciencia y nuestro espíritu.

Esta gran novela, de la escritora Magnolia Stella Correa, es otra evidencia que una obra literaria no cae del cielo, no es una dádiva de la tecnología, ni una inspiración industrial o la manipulación de una red cibernética. Ni siquiera depende del dinero y las comodidades materiales, títulos académicos o creencias políticas o religiosas. Tampoco del accidente de género o nacionalidad. La obra literaria es atreverse a realizar un viaje hacia el centro de uno mismo.

Por eso el viaje de la vida siempre ha de volver a empezar, siempre recomienza como la existencia misma. Viajar, pues, tiene que ver con la muerte, pero también es demorarla, aplazar lo máximo posible la llegada, el encuentro con lo esencial, el momento del balance definitivo y del juicio.

Un artista genuino siempre está en contacto fluido y expresivo con su constelación interior y puede dar cuenta de los astros que giran vertiginosos en sus sueños, en su febril conciencia, en la forma o en la letra. La concepción del alma como constelación, además de su origen platónico y muy seguramente órfico, permite ver ese hilo de comprensión de lo interior que en el siglo XX Carl Jung recoge y explica con su teoría de los arquetipos. Tal es el caso de nuestra escritora Magnolia Stella Correa, que desde su manera de ver el mundo, nos trae esta incandescencia del espíritu y del alma humana, como elemento constitutivo y vívido de nuestra naturaleza o nuestra propia especie.

Platón nos dice que si queremos saber de la inmensidad del alma basta observar el cielo estrellado, ese efecto oceánico, ese percibir la inmensidad latiendo en el cielo, es resultado de la forma como ese exterior exuberante no es otra cosa que el interior desbordante volcado sobre el cielo, prueba de la existencia del alma para los empiristas más crudos. El alma calcinada por la crueldad, por el fuego aplicado a lo más íntimo, y luego el alma pensada como constelación, como organización de cuerpos enormes, brillantes que giran en la noche de lo inconsciente, pero que, por la escritura, pueden llenar de luz y de visiones el frágil ejercicio de la literatura.

En la novela, El rey pasado y sus herederos, cada capítulo desarrolla los matices de la personalidad y la simbología (muy ligada al significado de su nombre), de cada uno de los protagonistas. Veamos cómo, en diferentes pasajes de la novela, nuestra autora nos dice qué significa el nombre de sus cuatro personajes principales:

Dernier significa último en el idioma francés.

¿Inkumbula? ¡Qué hermoso nombre! ¿Qué quiere decir? Es un nombre algo extraño… -digo procurando encubrir el cúmulo de emociones que me agobian-.

Jajaja, el Rey dice que quiere decir memoria en la tribu africana zulú.

Según Su Majestad, Garez significa rencor en el idioma turco.

Recuerdo haber leído que en Estonia perdón se dice Andestus… armado el rompecabezas, encuentro la llave que abre la reja.

Antes de concluir, es necesario anotar que en esta gran novela, nuestra autora Magnolia Stella Correa, construye una obra de fe y esperanza donde todos los personajes, desde su respectivo papel, te van conduciendo a esa puerta que todos anhelamos traspasar.

Cada párrafo, cada emoción generada, es una llave y una señal para que no nos detengamos en este camino de la vida:

Oiga amigo -dice con tono suave y gesto de sorpresa- si usted solito tiene la capacidad de construir sus propios fracasos ¿Por qué no usa todas esas aptitudes para generar éxitos y realizaciones?… ¿Qué lo induce a usted a cometer semejante estupidez? Si usted es el único responsable de todas sus frustraciones, entonces usted no tiene de qué quejarse amigo; usted es un triunfador; un hombre con plena capacidad para definir sus circunstancias está muy lejos de ser un fracasado. Dese cuenta de la enorme diferencia que hay entre estar equivocado y ser fracasado. Todo error es susceptible de corrección en el momento en que cada quien lo decida.

Aquí está, pues, amigo(a) lector(a) la gran novela El rey pasado y sus herederos, de nuestra escritora Magnolia Stella Correa; ahora es su responsabilidad de que estas valiosas enseñanzas sigan volando alto y lejos.

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