A propósito de la novela “Eva en un álbum familiar”, de Jaime Humberto Avendaño

Por Edilson Villa M.

(Filósofo, poeta y editor)

“Una sensación de soledad acompaña la vida de cada ser humano, se ve cómo nace y muere solo, cómo es arrojado al mundo y después quitado de él, sin más ni más”.

Jaime Humberto Avendaño

Un artista  o escritor genuino siempre está en contacto fluido y expresivo con su constelación interior y puede dar cuenta de los astros que giran vertiginosos en sus sueños, en su febril conciencia, en la forma o en la letra. La concepción del alma como constelación, además de su origen platónico y muy seguramente órfico, permite ver ese hilo de comprensión de lo interior que en el siglo XX Carl Jung recoge y explica con su teoría de los arquetipos. Tal es el caso del escritor colombiano Jaime Humberto Avendaño, que desde su propia visión de mundo nos trae con su novela “Eva en un álbum familiar” esta incandescencia del espíritu y del alma humana, como elemento constitutivo y vívido de nuestra naturaleza o nuestra propia especie.

Platón nos dice que si queremos saber de la inmensidad del alma basta observar el cielo estrellado, ese efecto oceánico, ese percibir la inmensidad latiendo en el cielo es resultado de la forma como ese exterior exuberante no es otra cosa que el interior desbordante volcado sobre el cielo, prueba de la existencia del alma para los empiristas más crudos. El alma calcinada por la crueldad, por el fuego aplicado a lo más íntimo, y luego el alma pensada como constelación, como organización de cuerpos enormes, brillantes que giran en la noche de lo inconsciente, pero que, por la escritura, pueden llenar de luz y de visiones el frágil ejercicio de la literatura.

Nuestro escritor sabe que todo gira alrededor de nuestra relación con los demás. La naturaleza del ser humano es buscar cómo conectar con otros: con los padres, con los hijos, con el amor; conectar con una razón suficiente que justifique tu existencia. Si lo piensas bien: ¿Cuál es el mayor castigo que se le inflige a alguien que ha cometido una falta o a un enfermo mental? El aislamiento. Esa es la descripción del infierno en La Tierra; por eso, aprovechando sus vastos conocimientos sobre la Biblia, como lo demuestra a lo largo de toda la novela, Jaime Humberto Avendaño, va retratando la carga ética y moral de cada acción  (u omisión), de los personajes de esta interesante novela.

En “Eva en un álbum familiar”, nuestro autor nos presenta, a manera de metáfora, lo que se conoce de Adán y Eva para contarnos la historia de María Teresa y Don José. Aquí somos testigos de los pensamientos, los actos, las emociones y los sentimientos de ambos. Las dos historias parodian el género humano, al mundo, desde la perspectiva de alguien que actúa inmerso en él, lo que le permite comprenderlo mejor. En el siguiente fragmento el autor nos muestra una serie de tópicos que explican la relación de ambos, como la incapacidad de los hombres de comprender a las mujeres, que son casi siempre detallistas y sensibles, de donde se desprende una actitud servil hacia ellos:

“Doña María Teresa es sin duda el ser que irradia luz, el resplandor que más se descompone en este prisma de escrituras de Juan. Después de una hora de juego, aparece la señora de la casa con tinto para los jugadores. En ese momento se detiene el juego y toda algarabía que se esté generando, solamente hay espacio para saludar a la señora, un respeto dispensado de los hombres hacia doña María Teresa e inolvidable para su nieto que, silencioso, guarda inconscientemente las perspectivas de las cosas en su corazón. Juan cree que, en la voluntad de servir con amor, cualidad indudable de la abuela, hay algo más que tradición, algo más que servilismo. Hay amor, un darse a los demás con amor. Esta imagen de la abuela tiene que ser resuelta, tiene que devenir espíritu, ella es el espíritu.

Por primera vez y desde muy temprana edad Juan se queda perplejo ante la gracia de una mujer, ve la luz, el aura ¿Qué tanto amor tiene la abuela? ¿Cuántas personas más ven la gracia?”

No son sencillas las cosas que pasan con la vida anímica, con el sentimiento, con las relaciones familiares. Mucho menos sencillas son las cosas que tienen relación con las organizaciones, con las instituciones, con la familia, con la ciudad o con los grupos humanos, sean colegios, universidades, empresas, fábricas, ciudades o países. No somos simples, somos un atado, una estopa y sacar los hilos es muy difícil; no hay un hilo, no hay una sola versión, ni uno mismo tiene un sólo aspecto y en uno compiten sentimientos entre sí. Ser humano es estar en ese entramado interior y en un tejido o caótica urdimbre que nos rodea y nos acoge. Amar y odiar, serenarse y estremecerse, mirar y estar ciego son parte de una unidad móvil que nos excede. Veamos esta idea en este otro pasaje de la novela “Eva en un álbum familiar”:

“María Teresa lo sabe, conoce sus intenciones, sabe también de la soledad. Durante muchas tardes, largas, cree en él. Don José es creado por la tierra, es atractivo, bello, vigoroso, fuerte, decidido y valiente. Es creado a imagen y semejanza de Dios. Tiene poder sobre todas las criaturas, incluyéndola a ella. Le encomiendan poblar la tierra y reinar sobre toda la creación. Es amo y señor no solo de La Arenisca, también del corazón de la joven y buena muchacha María Teresa. El mundo crea a Adán y Eva por doquier”.

En eso radica la importancia de esta gran novela, en que su autor recrea, de una manera amena y bien contada, nuestras propias emociones y acciones humanas, con una profundidad y una simpleza que no es común encontrar. Sin lugar a dudas, yo le auguro un largo y venturoso camino a esta novela y a su autor, el filósofo y escritor colombiano Jaime Humberto Avendaño.

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