Por: Antonio Requeni
(Poeta argentino).
Desde Colombia, patria de Jorge Isaac, José asunción Silva y Porfirio Barba Jacob, llegó a la Argentina, donde ha decidido radicarse, este poeta-filósofo cuyo nuevo libro presentamos hoy. Hemos dicho filósofo (que significa amante del conocimiento); y Edilson lo es realmente, además, por haberse graduado como tal en la Universidad de Antioquia. Filósofo es el ser que piensa, reflexiona y propone; pero, al menos en este libro, el poeta también exhibe un gran sentimiento, una gran pasión. Su tema dominante es el amor, ese delicioso misterio que se impone a toda especulación filosófica y es uno de los más preciosos dones, una de las mayores felicidades que al hombre y a la mujer les es dado experimentar. Edilson Villa M. no se atiene a normas o convenciones retóricas para elaborar su verso. Este es producto de una efusión, de un arrebato que emana del sentimiento y trata de manifestarse mediante una emotiva sugestión verbal. Ana María Parra Carvalho señala sobre esta obra que “cada verso señala un entusiasmo distinto, un amor que permite respirar o aquel que asfixia o enmudece. El que estimula, impulsa, vivifica; y el que exprime, achica y apaga”.
El poeta se dirige a la mujer: Libélula, sirena, sacerdotisa, diosa, con el mismo fervor de los antiguos trovadores; pero él es un poeta moderno, que vive en el mundo actual; y en su canto pueden incidir bullicios de automóviles y saxofones, brindis con copas de amareto o vasos de cerveza, sonidos y sabores de un ambiente cotidiano y real; escenas y episodios de la trayectoria de un romántico del siglo XXI que evoca el amor de los antiguos cancioneros y los romances anónimos del primitivo idioma castellano. Pero el amor, como el romanticismo, no son de ayer ni de hoy sino de siempre, y su más alquitarada expresión es la poesía, esa poesía de la que el mundo contemporáneo parece querer despojarse.
Oscar Wilde se preguntaba: “¿Los enamorados dicen palabras de amor porque están enamorados o están enamorados porque dicen palabras de amor?”. La lectura de “El Haikú de la Escalera”, de Edilson Villa podría aproximarnos a una posible respuesta: El amor se dice con palabras y las palabras, a su vez, lo generan. Amor y poesía son términos equivalentes. Nuestro poeta así lo sugiere, implícitamente, en estas composiciones que no buscan el asombro o el desconcierto del lector mediante una sofisticación retórica.
Los versos de nuestro amigo Edilson, al margen de la búsqueda formal o estética, muestran un perfil espontáneo, fervoroso, sincero; y eso es lo que, prioritariamente, debemos elogiar. Lo emocional por encima de lo literario.
Edilson, además de poeta y de filósofo, es Timonel a vela y a motor y Patrón de Yate de la Prefectura Naval Argentina, con los que ha cruzado ríos y mares de América. Es el único poeta que conocemos dedicado a este oficio, actividad que se nos antoja parecida a la del poeta que surca también las aguas del lenguaje, que orienta sus palabras a favor del viento que despliega las velas del poema. Poeta, filósofo, timonel y patrón de yate, Edilson Villa nos entrega un libro que habla de la irrupción del amor y de su ausencia, de exaltación y nostalgia, del goce sensual y de su insoslayable espiritual dimensión, cuando dos cuerpos y dos almas se cruzan. Pero toda disquisición sobre poesía se vuelve inútil ante la presencia del poema; por eso prefiero concluir con un hermosísimo poema con el que nuestro amigo celebra a una mujer o, tal vez, a la mujer, con el simbólico nombre de María:
MARÍA
María
Amiga
Oh, tu tibio pecho
Refugio en la tormenta.
¿Madre?
No,
Tierra.
María
Amiga
Juntos bajo la lluvia
Viento suave, lenguas frescas.
¿Esposa?
No,
Agua.
María
Amiga
Oh, tus delicados dedos
Mejillas, senos, nalgas sonrosadas.
¿Hija?
No,
Aire.
María
Amiga
Tu carnosa fruta
Éxtasis profundo.
¿Amante?
No,
Fuego.
¿Quién es ella?
Un sendero
Una posibilidad.
¿La amas?
No,
Amo a otra.
¿La deseas?
No,
Deseo a la que amo.
¿Cómo es?
No lo sé
Pero me habita.
María
Amiga
Mujer te llamo
Por no decirte vida
María
Mía.